CINCO DE MAYO, TALAVERA CONTEMPORANEA

Siempre está a la mano y no cobra servicios profesionales: será por eso que el propio cuerpo es el mejor modelo del artista. Así lo entiende Miguel Pérez al lidiar con el autorretrato en su obra, la cual sincroniza rudeza, jovialidad y encanto de las expresiones mal llamadas “menores”, como la artesanía, el arte popular, el juguete y el objeto encontrado. Intervino tibores descartados de catálogo de ventas, lebrillos olvidados, con escenas de sofá donde reposa su desnudez de pachá, cautiva de ensueños relativos a la Batalla del Cinco de Mayo. Armó también una vajilla de té para niña perversa. Y, sobre todo, concibió parejas de bustos incrustados con chaquira, de los cuales el más hermoso es aquél tratado como guipure blanca, cubierto de un manto delicadamente horadado en el barro húmedo

Sylvia Navarrete



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